¡Bailate un tango, Ricardo!

 

Sí, Ricardo Güiraldes tiene un tango. Y muy pegadizo.

Esta es la letra:

Le saco orilla a mi vida para arrimarla a tu muerte.
Total la vida es la suerte que se da por el retardo
medio haragán de la muerte, y yo estoy ya que me ardo
por gritarte fuerte, fuerte, ¡bailate un tango, Ricardo!

Ricardo Güiraldes baila y el ángel del recuerdo lo acompaña,
se manda una medialuna y un intenso puente macho
rubricando Buenos Aires de arrabal con Pampa y tango.

¡Bailate un tango, Ricardo! ¡Miralo a quien te lo grita!
pues no es ninguna pavada… Ese muchacho es el bardo,
el de la Crencha Engrasada… De la Púa ahora te invita
¡bailate un tango, Ricardo!

¡Ricardo Güiraldes baila saliéndose de la vida…
Al bailar lleva dormida, como antaño a las mujeres,
a la muerte que murmura perdida en el entresueño,
¡bailate un tango, Ricardo!

Siempre París

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La relación de Güiraldes con París, como narra Piquemal, comenzó con un regalo:

[…] para el centenario el viejito Güiraldes, intendente de la Capital Federal en 1910, les regaló a cada uno de sus hijos 50.000 pesos, 50.000 pesos de aquel entonces. El finado Ricardo “agarró una mañana, se levantó a eso de las diez dijo: “Me voy a comprar cigarrillos…”. De ir a comprar cigarrillos fue como si se lo hubiera tragado la tierra. No apareció más. Se tomó un barco. Iban unos cuantos, Carlos Noel, el turco Lagos, Adán Diehl, Aníbal Nocetti… Eran cinco o seis muchachos solteros y fueron a Francia… Se habían alquilado un departamento y de noche concurrían a los grandes salones con toda la aristocracia francesa.

El mismo Güiraldes nos cuenta cómo acabó su primer encuentro con París:

Mira ché, ha sido en París donde comprendí, una noche en que me vi solito mi alma, que uno debe ser árbol de la tierra en que nació. Espinillo arisco o tala pobre. Acababa de dar una vuelta completa al mundo, y esa noche de nieve me corrió por lo despiadada, y lo era más que la escarcha nuestra, porque era nieve extranjera. Me sentí huérfano, guacho y ajeno a mi voz, a mi sombra y a mi raza. Lie mis petates y ¡hasta la vista!, le dije, ché.

Aunque Piquemal se atreve a contradecir al mismo Güiraldes:

Se quedó en Italia, sin plata, trabajó en un circo y no fue Rodolfo quien lo trajo a Argentina, como a Raucho, sino, según me aseguraron, su padre, que fue a buscarlo a Italia. Y así se produjo el reencuentro con ‘la tierra de siempre’.

Pasara lo que pasara volvió a Argentina, para luego volver a París en más ocasiones.

Las citas están obtenidas en Jytte Michelsen: Ricardo Güiraldes: un poeta de viaje. Madrid, 2005, pgs 24-29.

Toques autobiográficos

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El protagonista de nuestro blog y autor de ‘Raucho’, Ricardo Güiraldes, nació en 1886 en Buenos Aires. Unos años después de su muerte nace el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Aparentemente no tienen ninguna relación, pero analizando el contenido y la forma de sus obras podemos observar ciertas experiencias e influencias comunes.

El paralelismo esencial es el viaje a París que marcó profundamente a los dos como escritores. Su experiencia personal les sirve para ambientar las novelas y crear personajes únicos. En algunos casos les añaden toques autobiográficos y los personajes como Raucho viven, en parte, la propia experiencia del autor.

A parte de la bohemia parisina también reflejan en los textos su percepción de la sociedad de sus países de origen: la idílica Pampa argentina de Güiraldes y la amazonia peruana de Vargas Llosa en las novelas ‘La casa verde’, ‘Pantaleón y las visitadoras’ y ‘El hablador’. 

En estas últimas el novelista reconstruye las vivencias personales y también colectivas como base de su ficción.

Finalmente queremos mencionar el gran valor que aporta la riqueza léxica del español de Latinoamérica. Las obras de Güiraldes se caracterizan por el uso de argentinismos. De hecho, incluimos un glosario con las definiciones de argentinismos para facilitar la lectura. Las de Vargas Llosa, en cambio, se caracterizan por el léxico peruano en sus diferentes registros.

 

«Me gusta escribir en los cafés. En este sentido París es un paraíso»

Mario Vargas Llosa nació en 1936 en una ciudad peruana llamada Arequipa. Pasó su infancia en Bolivia, donde se trasladó con su familia. En 1945 volvieron a Perú. Allí Mario siguió con sus estudios de primaria y posteriormente, a los catorce años, fue enviado por su padre al colegio Militar Leoncio Prado en el cual desarrolló su vocación por la lectura y la escritura.

Vargas Llosa se siente admirado por los escritores franceses como Flaubert, Victor Hugo y Dumas: «Yo crecí soñando con París». En 1958 gana un concurso de cuentos organizado por la revista Revue Française con su relato ‘El Desafío’ y obtiene como premio un viaje a París. Se queda enamorado de la capital francesa y se traslada definitivamente en 1960 con su mujer. Los siete años que pasa en París son decisivos en su consolidación como escritor, allí es donde escribe ‘La ciudad y los perros’ y termina ‘Conversación el la Catedral’.

Como otros muchos escritores se inspira en los restaurantes y cafés parisinos: «Me gusta escribir en los cafés. En este sentido París es un paraíso». Frecuenta los sitios de barrios bohemios donde se juntan los escritores como La Coupole y Les Deux Magots.
‘Travesuras de la niña mala’, publicada en el año 2006, es su única novela ambientada en París en la que evoca algunos cafés y restaurantes que frecuentaba personalmente.

Los viajes de Güiraldes y de Raucho

Güiraldes tiene en común con el resto de autores que hemos tratado en este blog una cosa –aparte de la literatura, claro está-: un viaje a París. Un viaje que para cada uno ha podido significar una cosa, un viaje que ha cambiado parte de la vida de estos escritores.

Pero París no fue el único viaje de Güiraldes –aunque sí muy significativo-, y eso se ve perfectamente reflejado en Raucho, donde los viajes poseen una gran importancia para la evolución del personaje. Siete de los nueve capítulos de la obra giran en torno al viaje: «Prólogo», «Colegio», «Hastío», «París», «Nina», «Abandono», «Solución».

«Ricardo Güiraldes fue un viajero asiduo, un practicante de la disciplina del desplazamiento –gozosa disciplina- que era parte del Zeitgeist de la época en que le cupo vivir y al mismo tiempo que una aguda exigencia personal, un requerimiento para los miembros del grupo social al que pertenecía» (Michelsen, 2005: 23). Ha sido partícipe de una larga lista de viajes hacia Europa, Qenquén, Asia, Brasil, Jamaica, etc.

«Hastío» funciona como el eje de la novela, es el capítulo cinco de nueve. En este capítulo, Raucho está aburrido de la vida monótona y hace frecuentes viajes a Buenos Aires, hasta que finalmente se instala allí a comenzar la vida bohemia, pero sigue sin estar del todo satisfecho. Viaja a París movido por las lecturas que había hecho sobre la ciudad, pero antes de instalarse definitivamente allí hace un último viaje a la Pampa.

«París» comienza con la esperada partida hacia esta ciudad. Se describe cómo Raucho viaja en primera clase y cómo, al llegar allí, se hospeda en un hotel de lujo. Por lo tanto, esto son indicadores de que es un viajero con recursos económicos. Raucho tenía una idea de París concebida a través de Verlaine o Lorrain. Sabía que, junto con Viena, eran las dos capitales del placer. Vivirá la bohemia parisina, frecuentará el Café de París, el Maxim’s, restaurantes de moda, café-conciertos, teatros, etc. Se hizo allí popular por su gran habilidad en el tango.

Una vez está introducido en este ambiente, aparece en escena Nina, en el capítulo que lleva el mismo nombre. Nina es una cocotte con la que mantiene una relación absolutamente pasional y que le lleva, a su vez, a la vida del vicio y de la destrucción.

Después de tocar fondo en el camino del vicio y el descenso a los infiernos, es salvado por un amigo suyo, enviado de su padre y hace el último viaje hacia su tierra natal para quedarse allí y recuperar la calma y la estabilidad.

BIBLIOGRAFÍA:

Michelsen, J. (2005). Ricardo Güiraldes: un poeta de viajes, Verbum, Madrid.

La poesía de Alejandra Pizarnik en París

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Flora Alejandra Pizarnik, una destacada poeta argentina, nació en 1936 en Avellaneda y falleció en 1972 en Buenos Aires.

Fue una gran lectora y se interesó por la literatura y el insconsciente, además del lirismo de Antonio Porchia y el simbolismo francés de Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmém, por los que se vio influenciada en su poesía sensible e inquieta. Sus temas giraban en torno a la soledad, la infancia, el dolor y la muerte. «Es surrealista, sexual, depresiva» (Maldonado: 2016).

Su primer libro fue La tierra más ajena, seguido de La última inocencia y Las aventuras perdidas.

Pero la etapa destacable de la autora y la que podemos relacionar con el resto de escritores que protagonizan este blog es su estancia en París, desde 1960 hasta 1964, donde trabajó en la revista Cuadernos y algunas editoriales francesas. Allí publicó poemas y críticas en varios diarios y tradujo a Henri Michaux, Antonin Artaud, Aimé Cesaire, etc. Asimismo, estudió literatura francesa e historia de la religión. Entabló amistad en la Sorbona con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, entre otros. Este último fue el prologuista de Árbol de Diana, su cuarto poemario, en el que se vislumbra la madurez como autora que estaba adquiriendo en Europa.

Cuando regresó a Buenos Aires, publicó sus poemarios más importantes: Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de la locura y El infierno musical.

En 1972, se suicidó a los 36 años tomando cincuenta pastillas de un barbitúrico durante un fin de semana que había obtenido un permiso del psiquiátrico donde se hallaba internada por un cuadro depresivo.

«En sus poemas es de noche y hay una caja de barbitúricos cerca, por si apetece decir «hasta aquí» y descolgar el teléfono para siempre» (Maldonado: 2016).

BIBLIOGRAFÍA

http://www.elespanol.com/cultura/libros/20161010/161984556_0.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandra_Pizarnik

Un romance en la bohemia parisina

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Tachia, actriz de origen vasco y de una familia burguesa, llegó a París en 1953, después de haber mantenido una relación amorosa muy intensa con el poeta Blas de Otero. En 1955 se cruzó con Gabriel García Márquez por las calles de París (ella se dirigía a un recital de poesía, al que finalmente Gabo le acompañó), y a partir de ese momento y durante un año vivieron su historia de amor. Ni siquiera los problemas económicos por los que pasaba él los separaron (El Espectador, diario del que era corresponsal, cerró). Sobre todo porque García Márquez tuvo que vender su billete a Colombia para subsistir.

Esta es la etapa en la que García Márquez escribió El Coronel no tiene quién le escriba, inspirado sobre todo por las penurias que le perseguían. Pero el carácter arrasador y la libertad que desprendía Tachia mantuvieron a Gabo en un ambiente de felicidad y creación literaria. Él mismo reconocería que Tachia fue su inspiración para el personaje de Amaranta Úrsula de Macondo, de su gran obra Cien años de soledadMantuvieron su amistad durante años.

Gabo en París

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La vida en París no fue fácil para Gabo: problemas económicos, buhardillas frías y húmedas, hambre… Esta situación le inspiró para escribir su novela El coronel no tiene quien le escriba. El antiguo hotel de Flandre fue el lugar donde la terminó, y allí podemos ver actualmente una placa en recuerdo de su estación, en la habitación 63.

El Instituto Cervantes ha realizado una ruta online con los sitios que el escritor frecuentó en su etapa parisina. Entre ellos están el café Le Sorbon; el cine al que iba a menudo Le Champo; o incluso el cabaret en el que Gabo cantó y bailó para ganarse unos francos, L’escale.

“Cuando llegué a París yo no era más que un caribe crudo. Lo que más le agradezco a esta ciudad (…) es que me hubiera dado una perspectiva nueva y resuelta de Latinoamérica”, confesó el autor.

García Márquez volvió a París en otras dos ocasiones, en 1968 y en 1977, ya tras el éxito de Cien años de soledad.

La Ruta Cervantes sobre el París de Gabriel García Márquez incluye abundante documentación, fotografías, videos y mapas.

Podéis echarle un vistazo en el siguiente enlace: http://paris.rutascervantes.es/ruta/gabo

La llamada de la tierra

El verdadero nombre de Atahualpa Yupanqui era Héctor Roberto Chavero. Su padre era empleado de ferrocarril y también arreglaba caballos. Como buen hijo de domador, echaba de menos en París a su caballo. Decía que tenemos un pacto de no agresión con París: ni yo le falto ni el me falta.

Las coincidencias de Atahualpa y Güiraldes no terminan con su regreso al país natal después de la muerte, Atahualpa también encontró un apoyo inestimable en la figura de su esposa, en este caso la segunda, que le ayudó a componer algunas de sus canciones más conocidas. Pero, sobre todo Atahualpa, como lo corroboran canciones como El arriero o Los ejes de mi carreta, coincidía con Güiraldes en ser una poeta del viaje, el camino y la tierra: La temática de mis asuntos es muy sencilla: el hombre y el paisaje.

Esa llamada de la tierra, con la que finaliza Raucho, nos evoca al mismo Yupanqui:

Soñé que el río me hablaba
Con voz de nieve cumbreña
Y dulce, me recordaba
Las cosas de mi querencia.

Tú que puedes, vuélvete
Me dijo el río llorando
Los cerros que tanto quieres
-me dijo-
Allá te están esperando.

Atahualpa Yupanqui – Tú que puedes, vuélvete

Atahualpa y Edith Piaff

CARTEL

Atahualpa Yupanqui, cantante, guitarrista, poeta y escritor argentino había llegado a París después de hacer una gira por la Europa comunista de la época y vivía en unas condiciones miserables, cuando nos cuenta que, en casa de un amigo poeta: Toqué la guitarra, después de cenar y allí estaba una señora muy famosa. Me escuchó y me preguntó dónde trabajaba. –En ningún lado, -le contesté.  –Vengo a mirar y me vuelvo a mi tierra. –No, me dijo, tú no puedes irte sin que te escuche París.

Esa señora era Edith Piaff, estaba en la cima de su carrera artística y le cedió un puesto de honor en varias de sus actuaciones: Extraordinario honor, que no lo olvidaré ni lo podré pagar jamás. Tras esto se le abrieron las puertas de Europa.

Atahualpa acabó estableciéndose en París desde donde viajaba a su tierra con frecuencia. El gobierno de Francia lo condecoró en 1986 como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. Murió en este país en 1992, desde donde, de manera similar a lo que ocurrió con Ricardo Güiraldes, sus cenizas volvieron a su Argentina natal.