Güiraldes tiene en común con el resto de autores que hemos tratado en este blog una cosa –aparte de la literatura, claro está-: un viaje a París. Un viaje que para cada uno ha podido significar una cosa, un viaje que ha cambiado parte de la vida de estos escritores.
Pero París no fue el único viaje de Güiraldes –aunque sí muy significativo-, y eso se ve perfectamente reflejado en Raucho, donde los viajes poseen una gran importancia para la evolución del personaje. Siete de los nueve capítulos de la obra giran en torno al viaje: «Prólogo», «Colegio», «Hastío», «París», «Nina», «Abandono», «Solución».
«Ricardo Güiraldes fue un viajero asiduo, un practicante de la disciplina del desplazamiento –gozosa disciplina- que era parte del Zeitgeist de la época en que le cupo vivir y al mismo tiempo que una aguda exigencia personal, un requerimiento para los miembros del grupo social al que pertenecía» (Michelsen, 2005: 23). Ha sido partícipe de una larga lista de viajes hacia Europa, Qenquén, Asia, Brasil, Jamaica, etc.
«Hastío» funciona como el eje de la novela, es el capítulo cinco de nueve. En este capítulo, Raucho está aburrido de la vida monótona y hace frecuentes viajes a Buenos Aires, hasta que finalmente se instala allí a comenzar la vida bohemia, pero sigue sin estar del todo satisfecho. Viaja a París movido por las lecturas que había hecho sobre la ciudad, pero antes de instalarse definitivamente allí hace un último viaje a la Pampa.
«París» comienza con la esperada partida hacia esta ciudad. Se describe cómo Raucho viaja en primera clase y cómo, al llegar allí, se hospeda en un hotel de lujo. Por lo tanto, esto son indicadores de que es un viajero con recursos económicos. Raucho tenía una idea de París concebida a través de Verlaine o Lorrain. Sabía que, junto con Viena, eran las dos capitales del placer. Vivirá la bohemia parisina, frecuentará el Café de París, el Maxim’s, restaurantes de moda, café-conciertos, teatros, etc. Se hizo allí popular por su gran habilidad en el tango.
Una vez está introducido en este ambiente, aparece en escena Nina, en el capítulo que lleva el mismo nombre. Nina es una cocotte con la que mantiene una relación absolutamente pasional y que le lleva, a su vez, a la vida del vicio y de la destrucción.
Después de tocar fondo en el camino del vicio y el descenso a los infiernos, es salvado por un amigo suyo, enviado de su padre y hace el último viaje hacia su tierra natal para quedarse allí y recuperar la calma y la estabilidad.
BIBLIOGRAFÍA:
Michelsen, J. (2005). Ricardo Güiraldes: un poeta de viajes, Verbum, Madrid.